Piensa en la Fe con un gran gran gran árbol. Dios vino al jardín de tu corazón y te la dio. Si, así de grande, así de poderosa, así de fuerte. ¿Sabes en dónde está el desafío? En la manutención. Si el árbol es grande y fuerte, pero la tierra sobre la que se planta es árida, lo más probable es que se seque, si hay mucho sol, pero no hay agua, se quemará. Si le echas mucha agua, y no hay sol, puede fácilmente podrirse. Y esto trae una pregunta adicional. Un árbol quemado, seco o podrido ¿Para qué sirve?
Fijémonos en la reprensión que Juan el Bautista hizo a los Judíos, nobles y letrados de la época, para que entendamos bien el sentido de sus palabras:
Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. (Lucas 3:9 RVR1960)
No creas que el ejercicio de la vida con el Señor se trata de saber que existe, que ahí está, que te dio un árbol y que se ve bonito ahí en el corazón mientras dura. Dios te dió un regalo supremamente valioso, y ese regalo requiere de cuidados, de manutención, de observación y de cultivarlo cada día.
La fe que Dios te ha regalado es la base plena de tu relación con Él, pero si no hay crecimiento y se marchita ¿De qué sirve? De nada, en ese caso es mejor tomar un hacha, cortarlo y quemarlo.
Ahora escálalo a tu vida. ¿Te parece tan insignificante tu vida con Dios que sería mejor cortarla y quemarla? Desafortunadamente para Dios no es así.
Él no solo aprecia tu vida, sino que te la dio como un regalo hermoso que quiere que hagas crecer, que equilibres, que mantengas bien, por la cual deberías preocuparte.
Pero es una vida que solo tiene sentido con Él, porque sólo Él puede enseñarte cómo lograr mantenerla tan bien que los frutos salgan por sí mismos.
Los buenos frutos no son más que el resultado del cuidado y del amor por el arbol, y es ahí en donde te corresponde únicamente a ti hacerlo. El jardinero puede venir y enseñarte cómo hacerlo, pero si no lo haces igual no funcionará. Por ello, si de verdad quieres entender la fe activa que Dios quiere en tu vida, debes tú hacer tu parte.
Cultiva tu relación con Dios, ora, estudia su palabra, creele lo que allí te ha dicho, y lo más importante, haz algo al respecto. La fe no puede quedarse en el bonito tronco, la fe realmente se ve en la calidad de las manzanas que produce, y esas manzanas son tus acciones. Si el estar con Dios no transforma de ninguna manera tu manera de actuar, pensar, sentir y hablar, entonces tu relación no es una relación, es más como una tira cómica que lees y cierras cuando te aburres.
¿Realmente amas a Dios? Que tus acciones den testimonio de tu relación con Él. Tener fe es creer en lo visible, haciéndolo visible.
Por: Sebastian Nizo